A finales de 2011 caía el estreno de esta serie como una bomba que
arrasaba el panorama televisivo. Del Reino Unido venía una serie
extraña, un compuesto de tres capítulos independientes que no dejaba
indiferente a nadie. Charlie Brooker volvía a impactar tras su recordada
miniserie Dead set: Muerte en director (2008), mezcla de la cultura Gran Hermano con zombis. Black mirror
adquirió una merecida fama de clásico instantáneo y sirvió para
confirmar por enésima vez el buen estado de la televisión británica. Es
útil, pertinente y una evidentísima criatura de su tiempo. Año y medio
después, las enormes expectativas no le hicieron ningún favor a la 2ª
temporada, menor aunque contenga el mejor capítulo de los seis. Pero es
que nada podría haber hecho justicia al impacto vivido ese noviembre de
2011. Lo más recomendable es disfrutar cada entrega como lo que es, una
creación audiovisual que se defiende por sí sola y que provoca
reflexiones necesarias e incómodos sentimientos en el espectador. No se
puede decir eso de cada producto televisivo, así que es mejor aprovechar
la oportunidad y sumergirse en las distopías de Brooker.
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